Siempre es más sencillo mirar hacia fuera. Las cosas de los demás pesan menos que las nuestras y con honestidad nos hacen sentir, a momentos, algo mejor.
Sentirnos comprendidos nos alivia ligeramente; las penas compartidas siempre son más livianas.
Pero mirando un poco más allá, lo que vale está en nuestro interior. Deberemos ser capaces de conocernos, tanto nuestros puntos débiles como los fuertes, para mejorar los unos y enfatizar los otros. Ahí radica nuestra fuerza.
Ser conscientes de las virtudes y defectos de cada uno nos ayuda a empatizar con el prójimo, atención y servicio dependen de ello. Seamos humanos y auténticos hasta donde nuestras capacidades nos permitan.
Aprendamos a ponernos, de vez en cuando, en los zapatos del otro.
Formulando nueva dosis informativa